OPINION, 3 de junio de 2021
Pareciera que nuestras relaciones personales con los familiares o amigos, en nuestros países de origen, se van “enfriando” con el paso del tiempo, poco a poco. Falta de tiempo, dedicación al trabajo, familia, etc. Esto puede ser similar a lo que pasa con las amistades locales, mientras uno pueda ofrecer algo, los que lo necesitan están con uno, caso contrario hay distanciamiento. Esto es algo natural. En el caso de familiares en nuestros países de origen los dos factores favorecen el distanciamiento.
Un ejemplo. Dos estudiantes de
español se ausentaron de la clase por
unos días. Si, después de su estadía en la Florida, aprovecharon el viaje de
regreso para visitar sus familiares.
Pero y que pasa con aquellos
que residimos en este país y sin querer nos hemos distanciado de los nuestros,
en nuestros países. Existen varias razones: económicas, de cuidado de algunos
bienes, de cuidado de jóvenes que aun cursan estudios en el país, etc. Hemos
tenido conocimiento de hispanos, que cuando sus familiares son sometidos a
cuidados de salud, o cirugías, viajan de inmediato a sus países para asegurar,
a los suyos, de especial atención. .
Hasta el momento y en ciertos
casos todos hacemos lo posible por comunicarnos a través de los miembros de
nuestras familias, por comunicación tipo Smartphone o Zoom. En este caso se puede establecer con
regularidad. ¿Qué pasa? Que no todos habíamos pensado en el uso del Zoom o del
Whatsapp y otros que son gratis.
No hay duda que cada uno de
nosotros conoce medios de comunicación que al compartirlos nos facilitarían en
grado sumo esta interacción familiar. Por ejemplo, durante parte de la pandemia,
a instancias de nuestro hijo menor, además de las llamadas telefónicas, empezamos
a comunicarnos una vez por mes con Zoom o con Google. Fabulosa idea.
Más que nunca debemos estar
comunicados con la familia o personas relacionadas en nuestros países de
origen. Nuestra ausencia hace que ellos se olviden de nosotros y viceversa. No
debiera ser así, máxime cuando nosotros podemos estar presentes, en persona, o con
algún tipo de ayuda, si el caso lo requiere.
Nuestro caso personal. Nuestros
familiares Rodolfo y Carmencita, han partido casi en forma simultánea, efectos
del Covid-19, allá en nuestra querida tierra. Su iglesia, los Hijos de Jehova,
preparó una ceremonia religiosa virtual que se trasmitió a muchos países,
inclusive africanos. Un poco más de 2.000 fieles participaron. Nosotros también
asistimos en representación de nuestra familia.
Todos nosotros, desde diferentes
lugares: Tulsa, OK, Danbury, CT, Vilas,
NC y Port St. Lucie, FL nos comunicamos
virtualmente con una de las hijas y otros familiares en Chía, población cercana
a Bogotá.
La hija nos comentó sobre los
últimos momentos de su padre. Ella había tenido la oportunidad de comunicarse
con el médico a cargo del pabellón donde se encontraba su padre. Ya él se encontraba
en situación crítica, a lo que ella le preguntó al doctor: “¿Qué puedo hacer
por mi padre?”. El doctor le contestó: “Consigue un respirador. No contamos con
suficientes en el hospital”. Ella haría lo imposible, lo mismo que el médico. ¡Difícil,
pero no imposible!
Al siguiente día, a primera
hora, ella se hizo presente nuevamente para hablar con el mismo médico sobre el
estado de su padre. El doctor le tiene buenas noticias, ha conseguido un
respirador e inclusive nuevo. Dice el doctor: “Tú padre está vivo pero está en
estado de coma inducido”. Ella vuelve a insistir: “¿Y ahora que puedo yo hacer
por mi padre?”. “Nada” le respondió el médico. “He tenido que tomar una decisión”.
¿Cuál, doctor? “. “!Entre un paciente joven y tu padre!”. ¿Y a quién escogió? Por
normas internas y para un caso como el de tu padre, nos toca los más jóvenes.
Doctor ¿Entonces mi padre…? ¡No, dijo el doctor!”. ¡Además tu padre padece de otras enfermedades que
lo afectaron!
Su madre ya había fallecido en
ese mismo centro médico, hacia unos días.
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