OPINION 15 octubre 2020
Todas aquellas ilusiones que
nos acompañaron por muchos años las llamábamos, sueños. Sea como sea cada uno
de nosotros determinará cómo llamarlas. Ahora, lo importante, es que esos
sueños se conviertan en realidad. Bueno esto también depende de nosotros. Cómo
hacemos, si siempre debemos enfrentarnos a la realidad y esa no es más ni
menos, que la nuestra.
Es posible que aun tengamos un
recuerdo. Que hizo posible que ellos nacieran y nos diera una razón de
existencia. Sí, porque gracias a tales sueños muchos logramos su realización.
Qué gran satisfacción el haberlo logrado. En otras palabras, no se perdió el
tiempo que utilizamos divagando el cómo lograrlo.
Pasa por mi mente, como si
hubiera sido ayer. Junto con mis padres, mi hermano mayor y yo, trabajábamos en
la empresa que ellos fundaron, recién casados. Siempre con un espíritu de formar su hogar y salir
adelante. Habían logrado superar etapas que en aquella época no comprendíamos,
pero allí estábamos trabajando. Qué alegría recordarlo hoy.
En la casa paterna cada uno
tenía un banco, si un banco de trabajo donde transformábamos la madera en
preciosos muebles, que hacían honor a la experiencia de nuestros padres. Día a
día íbamos avanzando más y más en
nuestra experiencia, creando un nuevo mercado, como se dice hoy.
Ocasionalmente mi padre
compraba el periódico y cada uno tomaba su turno y en término corto examinábamos
las noticias que más nos interesaban. De pronto se inició una charla sobre lo
bueno que sería poder contar con un lugar para pasar vacaciones, en clima
caliente. Ni hablar de tal idea, pues eso era algo imposible de realizar. Su costo,
mantenimiento, etc. Además cómo lograríamos levantar los fondos para comprarla
y luego su mantenimiento.
No hacía mucho, nuestro padre
nos había dado vacaciones. ¿A dónde ir? A Tocaima, a un par de horas de Bogotá.
¡Ah! Sí y en tren, claro que bueno. Y así fue, durante una semana disfrutamos
de nuestra estadía en dicha ciudad. No puedo dejar pasar por alto como con mi
hermano mayor visitamos un pequeño restaurante donde preparaban el pescado bajo
tierra. En una olla grande se colocaba el pescado, se añadía la papa, la yuca,
etc. y debidamente sazonado se colocaba en un hoyo y luego tapado con hojas de
plátano y leña prendida, hacía que el pescado quedara listo para comer.
De regreso a lo que iba. Aquel
sueño quedó en veremos por un buen tiempo. Pasaron unos años durante los cuales
yo me había retirado del trabajo con el fin de dedicarme al estudio. Inclusive
había logrado título de secretario bilingüe del Centro Colombo Americano y de
Lingüística en Inglés y Español del Centro Lingüístico en inglés y español,
además y antes de ser contratado por la Oficina Sanitaria Panamericana fuí
profesor de prácticas administrativas en el Centro Colombo Americano.
Ya en mi trabajo, intercambié
opiniones con la secretaria sobre lo grato que sería comprar un pedazo de
tierra. Pare de contar, precisamente una familiar suya estaba vendiendo una a
la entrada de Tocaima. ¡Wow! Para que las cosas no se me hicieran difíciles y
poderlo comprar, le dije a ella que si me daban plazo para comprar con un
adelanto, y saldo a unos 12 meses, podríamos hablar.
Esto significaría complementar
mi ingreso con clases de inglés en horas de la noche o antes del ingreso al
trabajo. Una de tales clases se iniciaba a las 6 a.m. Adicionalmente ubicar el
crédito. Algo importante era que podía no tener dinero pero tenía crédito.
Dicho y hecho. Por fin
podríamos hacer realidad la compra de la tierra. Mi padre no lo sabía, le pedí
que me acompañara a Tocaima, estando ya casi cerca, desviamos a lo que ahora
sería nuestra finca. Mi padre sorprendido me preguntó: ¿para dónde vamos?
Le dije a mi padre, que como
le parecía la tierra, unas 8 hectáreas con dos casitas pequeñas y cocina para
el trabajador y familia. Había un cultivo de maíz, colindando con el Rio Bogotá.
Mi padre asintió, a lo que le dije, ‘padre el sueño se ha logrado, esta tierra
es nuestra’. Con un abrazo nos felicitamos por el logro alcanzado.
Yo no sabía que
Seneca había dicho aquello de que:
“No es, que no nos
atrevemos.
Porqué las cosas
son difíciles, sino, que,
ellas son
difíciles, porque no nos atrevemos.
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