OPINION, 12 diciembre 2019
Que libertad mejor escogida
para poder realizar en esta Navidad, si, lo que tú quieras. No tendrás ningún
impedimento para que tu hagas lo que tanto haz anhelado por tanto tiempo. A
veces nos sentíamos obligados a hacer, si compras ya que era lo imperativo, lo
que los comerciantes esperaban para hacer su agosto. Pero ahora las cosas van a
cambiar.
¡Ah! Pero no olvidemos que
tenemos familia y que muchas de las veces si no trabajamos en conjunto no gozaremos
de ella. Esto significa que debemos conocer las prioridades de cada uno para
así, eso suponemos, hacer algo para siempre recordar. Pero será esto ¿lo que
realmente deseamos?
Será bueno hacer
reminiscencias de cuando éramos chicos y nuestros padres hacían, dependiendo de
la situación económica, principios religiosos y posicionamiento social aquello
que aun hoy todavía recordamos, generalmente con gusto. Es probable que muchos
de nosotros pasamos Navidades felices, ya que veíamos las cosas con diferente
“lente”. Nuestra cultura y dentro de ello el contar con o sin recursos económicos no nos limitaba
en forma alguna celebrar “nuestra” Navidad.
¡Recordar es vivir! Lo decimos
a veces con nostalgia, pero no, porqué, si salvo excepciones nunca nos faltó lo
más importante un hogar, un techo, tres comidas y el encuentro con los más
allegados miembros de la familia. Allí gozamos de aquello que nos hicieron
creer era la Navidad. Si así fue la nuestra, no veo la razón para que no lo
estemos en esta oportunidad cuando, según entendemos tenemos un mejor nivel de
vida, ¿Verdad?
Aun así no puedo olvidar como
nuestros padres dentro del ámbito familiar nos hicieron ver como la Navidad era
algo tan espiritual, tan descomplicado, que inclusive nos permitió ver la
alegría de otros chicos que posiblemente más acomodados jugaban con sus
regalos, mientras nosotros los admirábamos.
Pero el gusto de nuestras
Navidades fueron siempre muy sencillos pero muy dicientes. No puedo olvidar la
hechura de nuestro pesebre. Nuestra bella madre nos orientaba como debería ser
el nacimiento del niño Dios. En, aquel momento, niños en la plenitud de su
edad, disponíamos de lo que había sido la cocina, y dentro de ella a un estaba la
estufa de carbón de piedra – así recuerdo que se le llamaba – tenía un salida a
la ceniza. Ah, era el lugar ideal para crear el pesebre. Y así lo hicimos. ¡Qué
alegría!
¿Pero como podríamos expresar
nuestra alegría? Sí ¿cantando y tocando algún instrumento? De ello no teníamos
nada. ¿Pero es que se necesitaba algo para hacerlo? Claro, pero para nosotros
no había limitación alguna. Armamos nuestro “conjunto musical”. Eramos cinco
hermanos, cuatro de ellos, incluida nuestra hermana, y el hermano mayor que me
llevaba unos cinco años y que obviamente no nos acompañaba. Aun así teniamos “nuestro
grupo musical”.
La idea era sentir el gusto de
“cantar”, “tocar” y hacer algo por unos pocos minutos para celebrar la llegada
del Divino Niño. Claro, el problema estaba resuelto con unas tapas de unas
ollas y palos cortos hicimos nuestro conjunto. Nuestra madre nos dirigía la
Novena – recuerdan Nana, nanita nana, nanita ea… y luego nosotros cantábamos
algo similar al Burrito Sabanero.
El “Gingle bell, gingle bell,
gingle all the way” estaba todavía demasiado lejos para conocerlo y cantarlo,
pero nos llegó a todos medio siglo después y en esta tierra. Ya no con nuestros
bellos padres, pero si con mis hermanos y familias, esposa e hijos y nietos.
Obviamente no en aquella casa
con el pesebre del Niño Dios en aquella estufa, no, con el Coro de nuestra
Iglesia, The Holy Family Catholic Church, precisamente el 24 de diciembre en la
“Misa de gallo”.
Cantaré como barítono bajo,
como siempre lo he hecho, con tanto amor y felicidad, porque Dios nos ha
permitido cosas tan lindas, entre ellas, la de estar en la celebración de su
nacimiento en este país, que a su vez nos ha permitido compartir ¡la belleza de
su tierra y su gente, su generosidad y lo más importante su amor! ¡Que mejor
forma de celebrar nuestra Navidad!
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