OPINION, 19 septiembre 2019
Esta semana o la próxima se
publicará la historia de una emprendedora trabajadora que en el clásico barrio
de El 12 de Octubre en Bogotá logró sacar su familia adelante con sus 60 años
de trabajo continuo. Veamos que hizo y como le va:
“Son 60 años de
tradición, es un sitio famoso y nos hemos convertido en patrimonio gastronómico
de Bogotá. Son productos apetecidos por los colombianos, por los extranjeros, y
mi abuela ha generado tal impacto positivo que mucha gente viene,
exclusivamente a probar la mejor morcilla de Colombia”, dice Jenny.
“Doña Segunda
llora. Ella no sabe leer, no sabe escribir, pero controla todo desde su silla,
al lado del piqueteadero, donde también tiene una carnicería y les vende
ingredientes a otros piqueteaderos. Llora. Tiene miedo que le quiten su
sitio, el mismo que le dio para sacar a su familia adelante, hacerlos
profesionales, y que llevó a que esta plaza sea hoy un referente culinario.
Para no ir muy
lejos, el sábado anterior o un día normal se venden 20 bultos de
criolla, más de 1.000 plátanos maduros, no menos de 300 libras de arroz y, como
si fuera poco, salieron más de 100 gallinas criollas”.
Dentro de pocos
días deberá trasladarse a un nuevo local. Su negocio, como los otros de
alimentos preparados, no debe dar hacia la calle, le han dicho los funcionarios
del Distrito, en cumplimiento de las normas.
No hay duda que esta
emprendedora, diligente y dinámica mujer ha superado en forma sobrada todo
impedimento para lograr un rotundo éxito en el manejo de su empresa, tanto que
“Tiene miedo que le quiten su sitio, el
mismo que le dio para sacar a su familia adelante, hacerlos profesionales”.
Algo maravillo y digno de felicitación.
Ahora las regulaciones han cambiado y ella deberá ubicarse en una moderna
estructura donde continuará produciendo sus deliciosos manjares e ingresos para
ayudar a su familia. Interesante, el problema es de cambio de sitio pero no de
calidad de los productos que ella y su equipo preparan.
Pero será ese el problema, ¿acaso ella es sola? Los profesionales que
ella ayudo a sacar adelante, seguramente que ya han tomado cartas en el asunto
y con su visión moderna del desarrollo de Bogotá y por ende de todos los
negocios tradicionales, ya deben contar con su plan B, ¿verdad? Un negocio tan
reputado, con tal calidad de productos, con tanta tradición no desaparecería
tan fácilmente del mercado.
Obvio que doña Segunda esta próxima a jubilarse y tarde o temprano
algunos de los hijos se harán cargo de la empresa, con un enfoque moderno, sin
perder los valores que hicieron tal negocio un sitio obligado. Lo difícil será
escoger quien lo haga con la “gerencia” que la abuela lo dirige.
Pero y que tiene que ver tal ejemplo con nuestra
realidad. Casi nada o casi todo. Esto nos lleva a pensar y que ha pasado con los
negocios de nuestros padres, que a su vez también dieron para el financiamiento
de nuestros estudios. Solo miremos un ejemplo, el tradicional hombre que
manejaba su terruño para la siembra o la ganadería tuvieron que cambiar de
profesional al irse sus hijos para las grandes ciudades con la esperanza de
ganar grandes sueldos.
Algo similar pasó con nosotros. Nosotros no seguimos las empresas de
nuestros padres, salvo excepciones. Precisamente en una de nuestras clases de
español uno de nuestros más jóvenes estudiantes de español nos comentaba como
su padre heredo la especialización de su abuelo, con notable éxito y adaptación
a los cambios tecnológicos de hoy.
A que nos lleva esta consideración, que de pronto no solo no ha sido
posible contar con nuestra capacidad preparada para una época diferente. Obvio
se presentaron demandas que nos dejaron marginados e impotentes, en la mayoría
de los casos, para sacar adelante lo que fuera sus empresas.
Bien sabemos cómo, en este país y seguramente en muchísimos otros los
hijos pronto alzaron vuelo para trabajar en otros campos. ¿Triste verdad? No
necesariamente, son los cambios a los gustos, especialidades y necesidades del
mercado. Tomemos en cuenta que la gran mayoría de campos en la agricultura no
fueron tomados por los hijos de aquellos agricultores que crearon fuentes de
riqueza y constante trabajo.
Cuando ojeo la revista Fortune, de este mes, veo cómo las nuevas
generaciones han creado campos de trabajo completamente diferentes y dinámicos
a los de sus padres, no todos con acierto, pero si dando cambios inesperados a
los sorprendentes avances de la tecnología o como en este caso a la exquisita
comida de doña Segunda.
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