viernes, 20 de septiembre de 2019

LA VIDA NO LA TENEMOS COMPRADA ¡CUIDEMONOS!


OPINION. 26 septiembre 2019

No hay duda que toda etapa de la vida requiere de sus respectivos cuidados y estrategias para vivir en lo posible con el mínimo de efectos negativos. Esto de efectos negativos, nos dicen de todo aquello que nos pueda afectar en particular nuestra salud. Inclusive no solo nuestra salud, nuestros ingresos, el lugar donde vivamos, con quienes vivamos, en que estación del año, etc.

Para empezar, debemos tomar en cuenta que huracanes, tormentas tropicales, nos afectarán durante el año, de acuerdo con los pronósticos de los meteorólogos con el fin de determinar en donde debemos vivir, si es que económicamente nos podemos desplazar a tales lugares y a que costos. Solo para iniciar en conteo económico y si solo o con la familia. Lo otro importante, caso de ser de la familia, si ellos estarán o no de acuerdo con una visita o varias visitas inesperadas de más de cinco días cada vez. Que tal, la cosa no es fácil.

Lo interesante, analizar las diferentes opciones, es fundamental, ya que algunos de los requerimientos o recursos no van de acuerdo con nuestros planes, por lo tanto es mejor dejar las cosas como están. Como vemos no es mucho lo que podemos hacer si dependemos de los demás, ya sean familiares o no.

Algo fundamental es la disponibilidad de movilización que tanto nosotros como los que nos acompañen estén en condiciones de salud, movilidad y economía para desplazarnos al lugar programado.

Esto nos lleva a que si nosotros somos los que manejamos la decisión del dónde y por  cuanto tiempo, con mayor razón iniciar un programa que asegure estar en condición de cumplir lo que se programe, en otras palabras es estar saludable y con los recursos económicos necesarios para, que, llegado el momento estemos en forma.

Digo esto, porque no estamos exentos de que por indeterminadas razones nos veamos afectados por enfermedad o efectos económicos.

Solo un ejemplo, en días pasados al término de una clase de español, 10 a.m., me dirigía campante a tomar mi carro para así llegar a tiempo a la siguiente clase, a unos 15 minutos de distancia, cuando de repente tropecé conmigo mismo, como, no lo sé, fue cosa de segundos.
Recuerdo, si, que al tropezarme conmigo mismo noté que iba de bruces, pero nada más.
Luego note que había caído, pero no me di cuenta además de haber caído, aun así ya estaba en pie.  

Pareciera que automáticamente todo había pasado en términos de segundos. Sentí dolor en un brazo, pero nada más. No tenía nada raspado o con heridas. Imposible de creer.
Una persona amiga notó que un calambre en su pierna derecha le dificultaba su movilidad en su cama. Al tratar de moverse se rodó para caer al suelo completamente indefensa. No tenía capacidad para pararse. Como pudo se comunicó con un vecino, quien, temprano  en la mañana, se apersonó para llevarla al hospital.

Igual le pasaría a mi estimado profesor de pintura, quien al parecer por los efectos de un calambre se desplomó con tal fuerza que allí quedo sin movilidad.

Afortunadamente como pudo, arrastrándose llegó hasta donde estaba el celular para pedir ayuda a un amigo. Afortunadamente cirugía de inmediato y posterior atención de rehabilitación, por casi un mes.

¡Ha! Pero que tal lo que me paso cuando casi quedo sin sentido, mientras manejaba nuestro automóvil,  en compañía de mi señora y mi profesor de pintura. Dios permitió que el vahído, lo que me indicaba mi visión, me permitió bajar del carro desvariando. Coincidenciamente dos transeúntes consideraron que lo mejor era llamar al 9/11. Servicio que de inmediato llegó y me traslado en compañía de mi señora al Martin Memorial en San Lucie West. Media mañana con exámenes prioritarios. Diagnostico: Vértigo.

En todos los casos contamos con samaritanos  que de inmediato estuvieron listos para cooperar con quienes lo necesitaban.  Será que siempre es así. Muy probablemente, no. La pregunta del millón: ¿Qué hacer o programar para disponer de tal grado de ayuda cuando las circunstancias más disimiles nos puedan afectar?

No he contado de casos causados en diferentes situaciones que  en nuestras  residencias y el potencial efecto de accidente por tropiezo con tapetes o construcciones con desnivel de habitación con habitación. Ahí está el caso de quien hoy descansa en paz. Sufrió una caída en su residencia y le fue casi imposible alcanzar su teléfono para pedir ayuda.

Pero lo que es más trágico, su esposo no apareció en casa, razón por la cual ella llamó a un vecino que le ayudara a buscarlo, cuál no sería su sorpresa que en ninguna parte fue encontrado. Hasta que se le ocurrió mirar a la casa de enfrente donde yacía ya muerto. Había fallecido al visitar a su vecino.

Como vemos debemos tomar precauciones para minimizar lo que nos pueda pasar y, que tan listos estamos para recibir apoyo inmediato.

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