OPINION. 26 septiembre 2019
No hay duda que toda etapa de
la vida requiere de sus respectivos cuidados y estrategias para vivir en lo
posible con el mínimo de efectos negativos. Esto de efectos negativos, nos dicen
de todo aquello que nos pueda afectar en particular nuestra salud. Inclusive no
solo nuestra salud, nuestros ingresos, el lugar donde vivamos, con quienes
vivamos, en que estación del año, etc.
Para empezar, debemos tomar en
cuenta que huracanes, tormentas tropicales, nos afectarán durante el año, de
acuerdo con los pronósticos de los meteorólogos con el fin de determinar en
donde debemos vivir, si es que económicamente nos podemos desplazar a tales
lugares y a que costos. Solo para iniciar en conteo económico y si solo o con
la familia. Lo otro importante, caso de ser de la familia, si ellos estarán o
no de acuerdo con una visita o varias visitas inesperadas de más de cinco días cada
vez. Que tal, la cosa no es fácil.
Lo interesante, analizar las
diferentes opciones, es fundamental, ya que algunos de los requerimientos o
recursos no van de acuerdo con nuestros planes, por lo tanto es mejor dejar las
cosas como están. Como vemos no es mucho lo que podemos hacer si dependemos de
los demás, ya sean familiares o no.
Algo fundamental es la
disponibilidad de movilización que tanto nosotros como los que nos acompañen
estén en condiciones de salud, movilidad y economía para desplazarnos al lugar
programado.
Esto nos lleva a que si
nosotros somos los que manejamos la decisión del dónde y por cuanto tiempo, con mayor razón iniciar un
programa que asegure estar en condición de cumplir lo que se programe, en otras
palabras es estar saludable y con los recursos económicos necesarios para, que,
llegado el momento estemos en forma.
Digo esto, porque no estamos
exentos de que por indeterminadas razones nos veamos afectados por enfermedad o
efectos económicos.
Solo un ejemplo, en días
pasados al término de una clase de español, 10 a.m., me dirigía campante a tomar
mi carro para así llegar a tiempo a la siguiente clase, a unos 15 minutos de
distancia, cuando de repente tropecé conmigo mismo, como, no lo sé, fue cosa de
segundos.
Recuerdo, si, que al
tropezarme conmigo mismo noté que iba de bruces, pero nada más.
Luego note que había caído,
pero no me di cuenta además de haber caído, aun así ya estaba en pie.
Pareciera que automáticamente
todo había pasado en términos de segundos. Sentí dolor en un brazo, pero nada
más. No tenía nada raspado o con heridas. Imposible de creer.
Una persona amiga notó que un
calambre en su pierna derecha le dificultaba su movilidad en su cama. Al tratar
de moverse se rodó para caer al suelo completamente indefensa. No tenía
capacidad para pararse. Como pudo se comunicó con un vecino, quien, temprano en la mañana, se apersonó para llevarla al
hospital.
Igual le pasaría a mi estimado
profesor de pintura, quien al parecer por los efectos de un calambre se
desplomó con tal fuerza que allí quedo sin movilidad.
Afortunadamente como pudo,
arrastrándose llegó hasta donde estaba el celular para pedir ayuda a un amigo.
Afortunadamente cirugía de inmediato y posterior atención de rehabilitación,
por casi un mes.
¡Ha! Pero que tal lo que me
paso cuando casi quedo sin sentido, mientras manejaba nuestro automóvil, en compañía de mi señora y mi profesor de
pintura. Dios permitió que el vahído, lo que me indicaba mi visión, me permitió
bajar del carro desvariando. Coincidenciamente dos transeúntes consideraron que
lo mejor era llamar al 9/11. Servicio que de inmediato llegó y me traslado en
compañía de mi señora al Martin Memorial en San Lucie West. Media mañana con
exámenes prioritarios. Diagnostico: Vértigo.
En todos los casos contamos
con samaritanos que de inmediato estuvieron
listos para cooperar con quienes lo necesitaban. Será que siempre es así. Muy probablemente,
no. La pregunta del millón: ¿Qué hacer o programar para disponer de tal grado
de ayuda cuando las circunstancias más disimiles nos puedan afectar?
No he contado de casos
causados en diferentes situaciones que
en nuestras residencias y el
potencial efecto de accidente por tropiezo con tapetes o construcciones con
desnivel de habitación con habitación. Ahí está el caso de quien hoy descansa
en paz. Sufrió una caída en su residencia y le fue casi imposible alcanzar su
teléfono para pedir ayuda.
Pero lo que es más trágico, su
esposo no apareció en casa, razón por la cual ella llamó a un vecino que le
ayudara a buscarlo, cuál no sería su sorpresa que en ninguna parte fue
encontrado. Hasta que se le ocurrió mirar a la casa de enfrente donde yacía ya
muerto. Había fallecido al visitar a su vecino.
Como vemos debemos tomar
precauciones para minimizar lo que nos pueda pasar y, que tan listos estamos
para recibir apoyo inmediato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.