OPINION, 18 abril 2019
Es muy interesante las
sorpresas que la vida diaria nos da. Uno se pregunta y que nos puede pasar hoy
que nos distraiga de nuestra rutina, si, de aquello que consideramos que no
varía y que en lugar de prestarse a ser muy activa, se puede llegar a las
actividades, que llamamos, cotidianas.
¿Podrán las abejas alterar
nuestro programa diario de trabajo? Será que ellas pueden incursionar en
nuestras vidas con tanto impacto que nos lo pueden alterar? Indefectiblemente
que sí. Una cosa es ver los toros desde la barrera y otro bien diferente cuando
se nos presentan en cantidad considerable en frente de nosotros.
¿Dije en frente de nosotros? Pero
si ni siquiera hemos comprado, bueno así es. Con alguna frecuencia y gracias a
las palmeras que tenemos en casa, cada vez que aparecen nuevas ramas vemos como
de inmediato y sin saber de dónde sentimos un revolotear precisamente para
aprovechar lo que para las abejas se considera alimento, el azúcar que hasta
hace poco encerró el capacho de una nueva hoja.
Conscientes estábamos de la
importancia de las abejas hoy en día, en particular por la trascendencia de su
misión al lograr a la través de la polinización el crecimiento de los cultivos
no solo de flores sino de frutos.
Esto generalmente pasa
desapercibido ya que sucede a unos cuatro metros de altura, solo se puede
distinguir por su ruido y su contante revolotear, por un par de días. Diferente
de lo que podría ser, que aparezca un enjambre directamente encrústado en la
copa de un guanábano en nuestro patio.
Gran sorpresa y de inmediato
llegan a nuestras mentes el que hacer con tan inesperada visita. Se vendrán a
quedar, solo de visita y si de visita por cuantos días, etc. Ah, pero por otro
lado los comentarios que alguna vez algo nos hizo sobre los nefastos efectos de
la picadura de ellas por haberse atrevido a incomodarlas, inclusive de casos
donde su picada ha causado la muerte de más de una persona.
Entra en nuestra mente la
alternativa de que hacer, para ello la primera opción el respectivo
departamento de la administración de Port St. Lucie. Llamada telefónica
resolvió el caso en forma inmediata. Esa es una responsabilidad exclusivamente
de los dueños de casa. Ah, pero nos podría recomendar alguna acción. ¡No!
Lamentablemente.
Coincidencialmente visitamos a
un amigo con conocimientos del que hacer. La mejor recomendación entrar en
contacto con un apicultor especializado y que inclusive tiene un expendio de miel
de abejas sobre la US1 y la calle 60 en Port St. Lucie, aproximadamente.
No, que ellos solo se encargan de
producirla en sus instalaciones, pero no.
Nuestro amigo se ha tomado la
molestia de consultar en sus archivos y ha encontrado un artículo reciente de
la Universidad de Santa Marta en dicha ciudad, donde los estudiantes de
apicultura, conocedores de las rutinas de las abejas y de su cotidiana visita,
hacen escala en el área universitaria en su viaje anual. Si, ellos, como parte
de su programa de estudio, han establecido colmenas prácticas en cajas
adecuadas, asimilando los compartimentos donde ellas dejan su miel.
Han tenido tal grado de éxito
que inclusive han establecido colmenas que los estudiantes manejan
directamente. Haciendo que no solo se multipliquen sino que la producción de
miel les dé a ellos su recompensa por su trabajo.
Dentro de este proceso del que
hacer, dada nuestra falta de experiencia, en una de mis clases de español,
previo mi relato de lo acontecido uno de los estudiantes me indica que la
organización Treasure Coast Beet Teepers Association nos podrá ayudar, dada su
labor altruista de cooperar con el desarrollo de las abejas, frente a su disminución,
por el uso indiscriminado de insecticidas en los campos.
Todo esto nos permitió tener
un conocimiento para así definir qué acción tomar con nuestra enjambre. ¿Pero y
que paso? ¿Dónde están? Al llegar a casa nos encontramos con la ingrata
sorpresa que las abejas con su enjambre se habían traslado a lugar inesperado.
Conclusión, mucho sentimiento por haber perdido la oportunidad de servirles,
seguramente en un lugar apropiado para su desarrollo. Por lo pronto nos
quedamos con el sabor a miel, de los dulces sueños de apicultores, por un par
de días.
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