OPINION, 17 enero 2019
¿Recuerdan aquella canción
argentina? La naturaleza nos puede enseñar muchas cosas que damos por dadas o
imposibles de que sucedan, máxime hoy en día. Generalmente tratamos las cosas
como algo que ahí están para producir, tengamos o no la razón. Precisamente, es
ahí donde viene el presente comentario.
No tomemos las cosas a la
ligera. Aun cuando creamos que ciertas situaciones no ameritan nuestra
atención, tengamos cuidado en no dar la espalda, por el contrario demos la
consideración que tales situaciones puedan merecer. Digo esto, porque en la
naturaleza muchas situaciones nos pueden dar ejemplos de cómo debe ser nuestro
comportamiento. Tomemos las cosas con calma antes de que se nos escapen de las
manos. Para el caso algunos ejemplos simples.
Nos obsequiaron una semilla de
mango de excelente calidad y tamaño. De inmediato la sembramos. En corto tiempo
afloró un primer retoño, pero… sabiendo que las ardillas apetecían tales
semillas, la protegimos limitando su exposición. Bueno ellas al parecer hicieron
su labor y al pretender sacarla de la tierra, quebraron lo que ya parecía un
pequeño árbol con mucho futuro.
Lo que quedo de la semilla lo
protegimos con una malla. Aun así lo que había quedado del futuro árbol quedo
convertido en un cogollo. De vez en cuando tocaba el cogollo, que aún
continuaba unido a su semilla pero sin crecer o disminuir su expectativa de
vida. No pensaba en que aun estuviera vivo, pero tampoco que ya hubiera muerto.
Dado que en esta época los árboles
en general pierden sus hojas y dan la sensación de que pronto nos dejarán,
iniciamos una limpieza al patio. Cuál no sería nuestra sorpresa cundo al llegar
al cuadrante donde estaba la semilla de mango, apareció al parecer un débil
retoño, que alegría. Nuestro mango se había salvado. Hay esperanza de vida.
Ahora a protegerlo.
El ají, sí ¿qué pasó con el
ají? Acá tengo que acotar. Por tradición siempre nos ha gustado deleitarnos con
el sabor y picante de su fruto, siendo
así como ocasionalmente en nuestra sopa o seco con papas nos deleitamos como lo
hacíamos en nuestra querida tierra. Ahora al contar con nuestro propio cultivo,
en nuestro patio, que tal, unas ocho o nueve plantas, nuestro gozo aumenta.
La última cosecha, hará unos
tres o cuatro meses nos dio unos 15 ajíes. Aun cuando no sé con qué frecuencia
se cosecha, pronto vi que llegaron las flores. Flores, significa ajíes. Aun así
a primera vista las flores habían disminuido, pero nada más. Bueno eso creía
yo. No obstante de pronto noté que ya había nueve ajíes. Obvio, aún están
verdes, pero ya pronto estarán rojos como es su color de “fabrica’.
¿Qué paso? De pronto la
orquídea que mi señora, con gran amor y cuidado da a ella, me comentaba que solo
daría flores una vez al año, otras variedades dan con más frecuencia pero esta
no. De pronto, lo mismo, al aclarar apareció la primera flor de una serie como
de ocho que en término de unas dos semanas dará lo que por tanto tiempo se ha
esperado.
Aquel día al regresar de uno
de estos huracanes encontramos nuestro papayo de unos cuatro metros de largo,
cuan largo era. La presión del viento lo había vencido. Rápidamente como
pudimos lo levantamos y apoyado en unos bloques de concreto se salvó.
El tiempo paso y pronto
aparecieron dos papayas a una altura difícil de llegar manualmente, inclusive
con escalera. ¿Qué hacer? Primera opción esperar a que maduraran. De pronto, un
día, mi señora me muestra uno de ellos en el suelo, se había caído. Unica
alternativa para no perderlo, envolverlo en periódico para lograr maduración.
Pasaron los días y después de tentarlo, veíamos que aún seguía ‘duro como una
piedra’. Pero, un momento, mi señora me dio la buena nueva. Ya había madurado y
estaba listo para el desayuno.
¡Imposible! No, realmente no,
Nuestro querido papayo nos había dado las gracias por su recuperación y como
regalo de navidad listo estaba para cumplir su misión. Darnos el gusto de su
sabor, de su color en fin de todo aquello que uno aprecia en un ser que no
puede expresarlo, pero que ahí está. Listo a satisfacer el paladar más
agradecido, el nuestro. ¡Gracias a Dios!
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