viernes, 11 de enero de 2019

“SI LOS PASTOS CONVERSARAN”


OPINION, 17 enero 2019

¿Recuerdan aquella canción argentina? La naturaleza nos puede enseñar muchas cosas que damos por dadas o imposibles de que sucedan, máxime hoy en día. Generalmente tratamos las cosas como algo que ahí están para producir, tengamos o no la razón. Precisamente, es ahí donde viene el presente comentario.

No tomemos las cosas a la ligera. Aun cuando creamos que ciertas situaciones no ameritan nuestra atención, tengamos cuidado en no dar la espalda, por el contrario demos la consideración que tales situaciones puedan merecer. Digo esto, porque en la naturaleza muchas situaciones nos pueden dar ejemplos de cómo debe ser nuestro comportamiento. Tomemos las cosas con calma antes de que se nos escapen de las manos. Para el caso algunos ejemplos simples.

Nos obsequiaron una semilla de mango de excelente calidad y tamaño. De inmediato la sembramos. En corto tiempo afloró un primer retoño, pero… sabiendo que las ardillas apetecían tales semillas, la protegimos limitando su exposición. Bueno ellas al parecer hicieron su labor y al pretender sacarla de la tierra, quebraron lo que ya parecía un pequeño árbol con mucho futuro.

Lo que quedo de la semilla lo protegimos con una malla. Aun así lo que había quedado del futuro árbol quedo convertido en un cogollo. De vez en cuando tocaba el cogollo, que aún continuaba unido a su semilla pero sin crecer o disminuir su expectativa de vida. No pensaba en que aun estuviera vivo, pero tampoco que ya hubiera muerto.

Dado que en esta época los árboles en general pierden sus hojas y dan la sensación de que pronto nos dejarán, iniciamos una limpieza al patio. Cuál no sería nuestra sorpresa cundo al llegar al cuadrante donde estaba la semilla de mango, apareció al parecer un débil retoño, que alegría. Nuestro mango se había salvado. Hay esperanza de vida. Ahora a protegerlo.

El ají, sí ¿qué pasó con el ají? Acá tengo que acotar. Por tradición siempre nos ha gustado deleitarnos con el sabor y picante de su fruto,  siendo así como ocasionalmente en nuestra sopa o seco con papas nos deleitamos como lo hacíamos en nuestra querida tierra. Ahora al contar con nuestro propio cultivo, en nuestro patio, que tal, unas ocho o nueve plantas, nuestro gozo aumenta.

La última cosecha, hará unos tres o cuatro meses nos dio unos 15 ajíes. Aun cuando no sé con qué frecuencia se cosecha, pronto vi que llegaron las flores. Flores, significa ajíes. Aun así a primera vista las flores habían disminuido, pero nada más. Bueno eso creía yo. No obstante de pronto noté que ya había nueve ajíes. Obvio, aún están verdes, pero ya pronto estarán rojos como es su color de “fabrica’.

¿Qué paso? De pronto la orquídea que mi señora, con gran amor y cuidado da a ella, me comentaba que solo daría flores una vez al año, otras variedades dan con más frecuencia pero esta no. De pronto, lo mismo, al aclarar apareció la primera flor de una serie como de ocho que en término de unas dos semanas dará lo que por tanto tiempo se ha esperado.

Aquel día al regresar de uno de estos huracanes encontramos nuestro papayo de unos cuatro metros de largo, cuan largo era. La presión del viento lo había vencido. Rápidamente como pudimos lo levantamos y apoyado en unos bloques de concreto se salvó.

El tiempo paso y pronto aparecieron dos papayas a una altura difícil de llegar manualmente, inclusive con escalera. ¿Qué hacer? Primera opción esperar a que maduraran. De pronto, un día, mi señora me muestra uno de ellos en el suelo, se había caído. Unica alternativa para no perderlo, envolverlo en periódico para lograr maduración. Pasaron los días y después de tentarlo, veíamos que aún seguía ‘duro como una piedra’. Pero, un momento, mi señora me dio la buena nueva. Ya había madurado y estaba listo para el desayuno.

¡Imposible! No, realmente no, Nuestro querido papayo nos había dado las gracias por su recuperación y como regalo de navidad listo estaba para cumplir su misión. Darnos el gusto de su sabor, de su color en fin de todo aquello que uno aprecia en un ser que no puede expresarlo, pero que ahí está. Listo a satisfacer el paladar más agradecido, el nuestro. ¡Gracias a Dios!


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