Entrega simbolica de un "Oscar" fina atencion estudiantes español Heathcote Botanical Garden (izquierda)
Nunca pensé que podría llegar
a ser profesor y menos de idiomas, no obstante a tierna edad fue algo que me
llamó la atención. Venía conmigo. En cierta forma yo no sabía que iba a
enseñar, aun cuando tenía el conocimiento
necesario para hacerlo. Esto parece imposible, pero lo hice y me pagaron por
hacerlo.
Una de mis preocupaciones era
encontrar mi derrotero, el para donde iba, que iría a ser de mi cuando fuera
grande. Todos en casa me ayudaban sin saberlo. Mi padre me orientaba con
principios de empresarios que en su campo de trabajo habían tenido éxito. Mi
madre me impulsaba a tener confianza en mí mismo y que eso me llevaría a otros
niveles de satisfacción. Mi hermano mayor me orientaba sobre lo que él veía
como posibilidades de salir adelante.
Pero cómo, era mi
cuestionamiento. Se supone que uno debe tener algo para poder explorar o sacar
provecho, pero si uno mismo no sabía que aquello podría ser viable, entonces uno
podría estar mucho más perdido de lo que creía.
Recuerdo que después de haber
estudiado dibujo arquitectónico y dibujo artístico resulté de profesor de
dibujo. Creo que la falta de experiencia, todos éramos hijos de familia, mejor
dicho cerca a nuestros padres, pero con muy poco contacto con el medio. Tal vez
el medio mismo pudo haber sido el que me motivo a buscar una salida.
Saber que era lo que me movía,
que fines perseguía, era muy importante para mí. ¿Alcanzaría yo a llegar al
sitio escogido, o al que ellos creían era el que buscaba? Era muy probable que
tampoco supieran que quería y al saberlo, si es que alguna vez lo descubrían
estarían en posición para apoyarme. Precisamente una de mis primeras
experiencias fue ser profesor de dibujo para una joven hija de una familia
italiana.
El recién entrar a enseñar me
hacía sentir un tanto inseguro. Seguramente el tiempo y la práctica me darían
la confianza necesaria para salir adelante. Creo que mis padres tenían más confianza
en mí de lo que yo, en mí mismo. Parece sin sentido pero así fue. Hoy, en la
distancia, trato de recordar para construir lo que en aquella época hice o deje
de hacer.
Mi campo de trabajo era el
dibujo, bueno eso creía yo pero cuando pretendía trabajar en él sentía que tal
vez los conocimientos adquiridos no me daban la altura para realizarme. No tenía
sentido. De pronto no era ese mi problema, tal vez la falta de práctica no me
daba la suficiente confianza para encontrar mi derrotero. Mi bella madre me
motivaba para salir adelante. Ello me estimulaba mucho. .
Aun así, había algo en mí que
me propulsaba ya que a pesar de no estar dentro de un grupo de jóvenes pretendía
encontrar lo que suponía sería lo que hoy llamamos éxito. La parte más emotiva fue
aquella donde al recibir el consejo de mi hermano mayor pensé que en la docencia
estaba mí futuro. Pero ahora ya no era el dibujo, no, era el inglés, este
podría ser mi norte. No había que pensarlo demasiado, “manos a la obra”. Ya
para aquella época yo ya sabía muchas cosas que mis estudiantes no.
Pero cómo empezar, sencillo,
en casa. Mi padre me autorizó utilizar la sala de nuestra casa. Dado que no
tenía tablero tendría que entrar en la práctica directamente. El enseñar me
permitió aprender el cómo y el qué. Repetir la forma como mi profesora me había
enseñado por más de tres años me daría la pauta. Tendría que ser muy práctico.
En aquellos tiempos era difícil saber que era lo práctico. Mi único contacto
con la práctica era mi libro de lectura.
Había que anunciar que yo
daría clases. Mi madre toda linda prepararía el engrudo necesario para colocar
los avisos en varias esquinas cercanas a nuestra casa paterna. Los carteles, aún
recuerdo que los tenٕía, pero no recuerdo como los mandé a hacer en una tipografía
de aquel tiempo. ¡Oh! faltaba algo más, a que altura colocar los avisos para
que no los fueran a arrancar.
En aquella época en algunas
casas de esquina o lotes vacíos tenían una pared que era la adecuada para
colocar los avisos mortuorios o de venta de casas, etc. bueno allí yo tendría
que hacer mi trabajo. Pero necesitaría una escalera. Mi padre me la prestaría.
Pensé que no sería bueno que los vecinos llegaran a saber que el futuro
profesor de inglés fuera el que estaba pegando con engrudo los avisos de las
clases. Necesitaría un sombrero que me hiciera irreconocible.
La semioscuridad de la noche sería mi compañera.
Obvio que el alumbrado público me delataría, pero había que correr el riesgo.
Ya sé, haría que el sombrero me cubriera la frente y obviamente lo haría
rápidamente. ¡Oh! me faltaba la brocha para esparcir el engrudo. Una vez más mi
padre me la prestaría. Sea como sea los coloqué y creo que nadie se dio cuenta,
solo yo. ¡Misión cumplida!
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