domingo, 19 de noviembre de 2017

SERA QUE NUNCA SEREMOS FELICES, O QUE NO SABEMOS SERLO

OPINION, 23 noviembre 2017

Cuando era muchacho pensaba, en lugar de soñar, en tener mi propio cuarto, pero claro, en la casa paterna. En cierta forma era egoísta sin saberlo, ya que éramos cinco hermanos y los espacios estaban precisamente hechos para  nosotros. No obstante así como cada uno tenía sus propios sueños, el mío estaba demasiado lejos de realizarse. Aun así, haciendo reminiscencia, creo que era muy bueno tenerlos, no significaba que se cumplirían. Este punto es importante. Hay quienes dicen que precisamente el tener sus sueños y persistir en ellos con el tiempo se materializan.

En lo que recuerdo de mi vida como muchacho, no creo que soñara mucho. Los años de la niñez pasaron y llegaron los del muchacho. No eran muchas las expectativas, las  condiciones  cambiaban poco, era difícil que ellas cambiaran. No obstante el impulso de cambio sin sentir que aquello era fundamental, me aseguraría mi desarrollo, el logro de las aspiraciones que se perfilaban como mi objetivo de vida.

Lo que sí recuerdo, era cómo estimulaba esa esperanza, repitiéndome que yo lograría lo que yo quería. Pero yo no sabía exactamente que quería. Nunca nos tomamos la libertad de consultar con un psicólogo o alguien que nos guiara hacia donde nos dirigíamos. De todos modos de un día para otro al consultarle a mi madre sobre mi deseo de tener mi propio cuarto, me recomendó hablar a mi padre y él me  autorizó, para construir una casita de madera, de las que hoy están en boga, con lo que lograría mi ‘independencia’ física.   

Recuerdo que para entrar a aquella casita de madera hice una pequeña escalera de dos pasos. Bueno allí me sentaba para concretar mis sueños de lograr aquello que el ser que amaba hacia realidad a temprana edad.

¿A qué viene todo esto?  Netflix tiene una buena colección de documentales muy ilustrativos de diferentes formas de vida, donde otros la pasan, para nosotros con dificultades, pero que para ellos es algo natural. Por ejemplo, uno de ellos tenía que ver con Cambodia y su famoso y extenso rio el Makong o en Tayda en el centro de Siberia en Rusia.

En él primero, una parte de la población vive sobre las orillas de tal rio. Allí hacen sus viviendas con postes de madera. Para ellos su vida es relativamente fácil, el arroz es silvestre y la pesca en el rio da lo indispensable para sobrevivir. En canoas realizan su comercio de compra y venta de frutas, verduras y preparación y venta de alimentos. Simpatiquísimo pero lo más importante los chicos nadaban en el rio como si fuera en la bañera de la casa y las jóvenes  madres reían ‘como si fueran felices’.

Por otro lado en Tayda, en Rusia, que cuenta con las cuatro estaciones, la temperatura era tan baja llegando a 40 grados bajo cero. Esas tierras eras inhóspitas y allí fueron a parar hombres y mujeres en un programa de la URSS para habitarlas. Al principio contaron con el apoyo de ese gobierno, pero poco a poco los fueron dejando solos. El aislamiento los ha convertido en gente muy creativa para vivir  de la pesca y la caza y cultivos caseros de vegetales y frutas. Los habitantes, unos 250, han creado su propia ciudad, siendo muy recursivos en particular sobrevivir en lugar tan inhóspito.

Ese grado de ‘libertad’ hace que no paguen impuestos, luz, agua, teléfono, TV, en otras palabras, no tienen nada que ver con el gobierno central o el más cercano. Si se enferman, eso sí, un helicóptero viene y los recoge para llevarlos al centro médico más cercano. Cuando llega la Navidad ellos, como en todas partes y a pesar de la lejanía, la celebran como lo hacemos nosotros, con alegría, color y sabor, en otras palabras demuestran su felicidad.


Al final de este documental  sentí la necesidad de tomar un libro, sentarme en el suelo para continuar su lectura, frente a la espaciosa ventana que da al patio. Llovía en ese momento, así que pude gozar del paisaje de nuestras plantas, la tranquilidad de la caída del agua lluvia, del prado verde, de la independencia, la libertad y el deseo de vivir. Tanto me motivo ese momento que debía yo expresarlo por escrito. Tomé mi computador y aquí les traigo la sana sensación que llenó mi espíritu junto con mi esposa, la grandeza de vivir, aquí, si aquí, donde Dios así lo dispuso. ¡Mejor para donde!

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