OPINION, 4 marzo 2021
¡Wow! A veces consideramos que
si algo no brilla, no es oro. Obvio que todo depende de que estemos hablando y
que valores quiere uno realzar, dar un reconocimiento de su valor, no siempre
comercial, pero también humanístico, ¿Por qué no?
A veces pasamos por alto
tantos valores, en la creencia de que solo somos nosotros los que podemos determinar sí tiene o no valor. Esto
nos sirve como ejemplo. Ahí tenemos el caso de las reacciones ambientales que
tanto afectaron a Texas. Muchos pasaron por alto las probabilidades de que algo
torrencial iría a afectar la tranquilidad de la comunidad e inclusive los
costos de la energía resultaron exorbitantes, ni decir de la escasez de agua y
alimentos.
Buscando comparaciones, nos
vemos precisados a concluir que efecto negativo puede tener la caída de la
nieve, si hasta muchísimas personas e inclusive niños se deleitan con tan
esplendoroso espectáculo, siempre y cuando no los afecte a ellos, o a uno.
¿A donde quiero llegar?
Precisamente algo trivial que se puedo haber definido como inútil, después de
muchos años nos ha demostrado lo contrario.
¿Qué pasó? Una nevera había
dejado de funcionar, por lo tanto se debía desechar. Pero apareció la genial
idea de Carito, nuestra nieta, que de inmediato opinó, que no se le diera por
inservible, que talvez aún tenía razón para seguir prestando servicio. Ante tal
opinión, consideramos que se podría salvar, por lo tanto se debía consultar con un técnico, previa
evaluación del daño, la validez de continuar o no siendo utilizada.
Para colmo de males no fue el
daño quien tuviera la última decisión para acabar con ella, no, quien definió
su destino fue el mecánico, quien previa evaluación determinó que el costo de
la reparación era superior al valor de la nevera. Esto significaba deshacernos
de tan necesario equipo en nuestra casa. Obvio que ha habíamos comprado una
nueva.
Nuestra nevera demostró que
ella congelaba muy bien, no así mantenía el frio en la parte inferior. Sí el
técnico limitó la vida de la nevera, por su alto costo, ¿quién la
salvaría? Mejor sería definir cómo es
que a pesar de todo ella continuaba funcionando parcialmente y lo que no se
puede entender es como hoy, diez años más tarde continúa llena de vida.
Pero como podemos recuperar,
la capacidad de algo que depende de la disponibilidad de dinero, para cubrir
los costos de reparación. Bien limitante nuestra forma de pensar. Al parecer
nuestra capacidad creativa no estaba muy activa. Pues no. ¿Que se hizo? Muy
sencillo, se consiguió una bolsa de plástico, que debidamente tapada, se
colocaba en el congelador, hasta convertirse en hielo.
El hielo a su vez se colocaría
en la parte inferior. Manteniendo esa área con frio suficiente para los
artículos que no necesitaban congelación. ¿Cómo así? Sí, si lo ha hecho “sin
discutir nada” por los últimos 10 años. Pero ahí no llegamos al término de
nuestra historia.
Precisamente, Carito, nos visitaría
en los próximos días. Feliz coincidencia que la pudiera admirar después de
limpiarla de “pe a pá”. ¿Bueno pero quien lo haría? En vista de que mi señora
cumplía otras funciones, me tocaría a mí realizar tan agradable faena, en el término
de la distancia, tenía solo la mañana.
¡Wow! Tenemos que tener
paciencia, sí, de superar limitaciones, se trata. Así lo hice, poco a poco fui
sacando parte por parte y limpiando con amor. En este proceso vi que esta
sección de la nevera no contaba con luz, pero si tenía una bombilla… apagada.
Cuál no sería mi sorpresa cuando me dio por ajustarla, con tan grata sorpresa
que el bombillo dio luz.
Pero cómo, “si no es oro como
puede brillar”. Bueno ahí está un ejemplo que, no debemos generalizar, solo
porqué nosotros así lo creímos. Terminada la labor de limpieza inicié el de
colocar cada gaveta en su respectivo lugar. Al terminar, desde lo lejos miré la
belleza que ahora reflejaba nuestra querida nevera. Esa noche, curioso como
nunca, al regresar de un acompañamiento fúnebre, fui a ver como se veía de
noche. Excelente, estoy seguro que ahora está más linda que cuando se compró.
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