sábado, 21 de enero de 2017

NO TENIAMOS DERECHO A MUCHAS COSAS, BUENO, ESO CREIAMOS


OPINION, 26 enero 2017

Han pasado tantos lustros para no decir medio siglo o más que teníamos el convencimiento que o habían limitaciones o nos limitábamos. En aquel tiempo creo yo que  de pronto no nos limitábamos, talvez nuestras expectativas estaban de acuerdo con lo que veíamos a nuestro alrededor y alrededor solo se veía un retrato en blanco y negro. Era muy difícil llegar a pensar que nuestro futuro fuera a cambiar.

Pareciera, ahora que lejos de tales días nos encontramos, que pasaron unas rutinas que al parecer nos limitaban en grado sumo nuestro futuro. No sé hasta qué punto soñábamos con un mejor futuro, mejor dicho no estar haciendo lo mismo pero en otro lugar, con otros ambientes. Nuestras vidas transcurrían como tantas otras, pero los cambios no se operaban o de pronto todo iba como lento, sería que nuestra velocidad de cambio estaba durmiendo o poco le importaba para dónde íbamos.

A mi mente llegan tiempos de cambio. Era inquieto dentro de aquel periodo de ‘estabilidad’. Sí, no podía quejarme, tenía techo, familia, comida, trabajo y además estudiaba. Como todo muchacho uno quería ver cambios, sin hacerlos, cosa difícil. Aun así pasamos aquella preciosa época de juventud en un ambiente sano en el que ‘navegar’ no era tan difícil, solo que no se veía el cambio, mejor dicho el avance.

Pero cómo podría yo ver el avance si no estaba preparado. Trabajo tenía en la fábrica de mis padres, pero algo me impelía a buscar otros derroteros. Descubrimos mis habilidades para el dibujo y para estudiar inglés y pronto me encontré estudiando de noche en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, allá en mi recordaba Bogotá y con profesora privada Leonor Londoño, (nunca la olvidaré) que me daba clases de inglés. Esta formación estaba como lejos de llegar a algún lugar, no obstante las relaciones hicieron que pronto empezara a estudiar en el Centro Colombo Americano.

Acá me pasó algo muy lindo, no tenía suficiente para la matricula, pedí a la subdirectora,
Ruth McCalf de Romero (que tan poco olvidaré) su ayuda y ella consultó con el director, el Sr. Rockwiler, y me concedieron, media beca, aun así lo que yo tenía no era suficiente. Pero mi bella novia, hoy mi esposa, me prestó la diferencia y a estudiar entre. Estudiar de día, era cosa de ricos. Con mi padre trabajaba parcialmente, inclusive sábados y domingos. Me gradué, imposible, esa palabra no existía en nuestro diccionario. Ahora yo era un ‘Bilingual Secretary’, ¡qué tal!

Ya antes había tenido tendencia de incursionar en algo que me permitiera obtener un ingreso adicional. Mi hermano mayor me orientó para dar clases de inglés, ¿pero dónde?, pues en casa. Me alisté, puse avisos en las esquinas de las casas en varias cuadras a la redonda, utilizando nuestra escalera de madera y engrudo que mi bella madre me preparó. Primer día de clase todo arreglado en nuestra sala…pero pareciera que en el aviso había colocado la fecha de inicio para otro día, ya que nadie se apareció…No importaba, a mis hermanos les enseñaría lo que ya mi profesora me había enseñado.

Al graduarme del Colombo, como cariñosamente uno lo llamaba, hice los muebles necesarios para montar mi ‘centro de inglés’ en la principal vía de Bogotá, la carrera 7a casi enfrente del teatro Colombia, en el interior de un edificio. En el primer mes tuve como unos 30 alumnos, pero un día al llegar a mi centro, los ladrones se habían robado mis escasos recursos. Pero Dios no desampara a sus hijos, al día siguiente me enteré que el Centro Lingüístico Colombo Americano ofrecía becas para estudiar Lingüística en Inglés y Español. Sin más ni más, allí fui y pasé los exámenes. Ahora estudiaría medio día con dedicación exclusiva. Esto era de ricos, cómo yo me daba el gusto de estudiar medio día y recibir al final del mes cheque por mi estudio, ¡imposible!

Después de unos ocho meses de estudio, me gradué…si me gradué. ¡Ah! Pero aquí no para la historia. Quien fuera mi profesora en el Colombo Americano me la encontré de casualidad y me dice: “Nelson, te he estado buscando”. “Quiero que me reemplaces en mi catedra en el Colombo” Como decimos en francés ‘mua? Si tú. Y allí llegué al Centro Colombo Americano como profesor bilingüe.


Un día, lo que de Dios esta, encontré en mi casillero de profesor una circular para dar a conocer a los estudiantes. La ví, la leí y me dije, ‘este puesto es mío’. Yo no sabía que compañía era esa, su sede, seriedad, etc. Aun así de inmediato me fui. Allí me recibieron como el profesor bilingüe del Centro Colombo Americano y de inmediato me invitaron a la sala de juntas para que llenara la solicitud de trabajo. Un mes después estaba en Lima, Perú, recibiendo entrenamiento para mi querida organización. Una Agencia internacional de las Naciones Unidas. 

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