OPINION, 26 enero 2017
Han pasado tantos lustros
para no decir medio siglo o más que teníamos el convencimiento que o habían
limitaciones o nos limitábamos. En aquel tiempo creo yo que de pronto no nos limitábamos, talvez nuestras
expectativas estaban de acuerdo con lo que veíamos a nuestro alrededor y
alrededor solo se veía un retrato en blanco y negro. Era muy difícil llegar a
pensar que nuestro futuro fuera a cambiar.
Pareciera, ahora que lejos
de tales días nos encontramos, que pasaron unas rutinas que al parecer nos
limitaban en grado sumo nuestro futuro. No sé hasta qué punto soñábamos con un
mejor futuro, mejor dicho no estar haciendo lo mismo pero en otro lugar, con
otros ambientes. Nuestras vidas transcurrían como tantas otras, pero los
cambios no se operaban o de pronto todo iba como lento, sería que nuestra
velocidad de cambio estaba durmiendo o poco le importaba para dónde íbamos.
A mi mente llegan tiempos de
cambio. Era inquieto dentro de aquel periodo de ‘estabilidad’. Sí, no podía quejarme,
tenía techo, familia, comida, trabajo y además estudiaba. Como todo muchacho
uno quería ver cambios, sin hacerlos, cosa difícil. Aun así pasamos aquella
preciosa época de juventud en un ambiente sano en el que ‘navegar’ no era tan
difícil, solo que no se veía el cambio, mejor dicho el avance.
Pero cómo podría yo ver el
avance si no estaba preparado. Trabajo tenía en la fábrica de mis padres, pero
algo me impelía a buscar otros derroteros. Descubrimos mis habilidades para el
dibujo y para estudiar inglés y pronto me encontré estudiando de noche en la
Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, allá en mi recordaba Bogotá
y con profesora privada Leonor Londoño, (nunca la olvidaré) que me daba clases
de inglés. Esta formación estaba como lejos de llegar a algún lugar, no
obstante las relaciones hicieron que pronto empezara a estudiar en el Centro
Colombo Americano.
Acá me pasó algo muy lindo,
no tenía suficiente para la matricula, pedí a la subdirectora,
Ruth McCalf de Romero (que tan poco olvidaré) su ayuda y ella consultó con el director, el Sr. Rockwiler, y me concedieron, media beca, aun así lo que yo tenía no era suficiente. Pero mi bella novia, hoy mi esposa, me prestó la diferencia y a estudiar entre. Estudiar de día, era cosa de ricos. Con mi padre trabajaba parcialmente, inclusive sábados y domingos. Me gradué, imposible, esa palabra no existía en nuestro diccionario. Ahora yo era un ‘Bilingual Secretary’, ¡qué tal!
Ruth McCalf de Romero (que tan poco olvidaré) su ayuda y ella consultó con el director, el Sr. Rockwiler, y me concedieron, media beca, aun así lo que yo tenía no era suficiente. Pero mi bella novia, hoy mi esposa, me prestó la diferencia y a estudiar entre. Estudiar de día, era cosa de ricos. Con mi padre trabajaba parcialmente, inclusive sábados y domingos. Me gradué, imposible, esa palabra no existía en nuestro diccionario. Ahora yo era un ‘Bilingual Secretary’, ¡qué tal!
Ya antes había tenido
tendencia de incursionar en algo que me permitiera obtener un ingreso adicional.
Mi hermano mayor me orientó para dar clases de inglés, ¿pero dónde?, pues en
casa. Me alisté, puse avisos en las esquinas de las casas en varias cuadras a
la redonda, utilizando nuestra escalera de madera y engrudo que mi bella madre
me preparó. Primer día de clase todo arreglado en nuestra sala…pero pareciera
que en el aviso había colocado la fecha de inicio para otro día, ya que nadie
se apareció…No importaba, a mis hermanos les enseñaría lo que ya mi profesora
me había enseñado.
Al graduarme del Colombo,
como cariñosamente uno lo llamaba, hice los muebles necesarios para montar mi ‘centro
de inglés’ en la principal vía de Bogotá, la carrera 7a casi enfrente del
teatro Colombia, en el interior de un edificio. En el primer mes tuve como unos
30 alumnos, pero un día al llegar a mi centro, los ladrones se habían robado
mis escasos recursos. Pero Dios no desampara a sus hijos, al día siguiente me enteré
que el Centro Lingüístico Colombo Americano ofrecía becas para estudiar
Lingüística en Inglés y Español. Sin más ni más, allí fui y pasé los exámenes.
Ahora estudiaría medio día con dedicación exclusiva. Esto era de ricos, cómo yo
me daba el gusto de estudiar medio día y recibir al final del mes cheque por mi
estudio, ¡imposible!
Después de unos ocho meses
de estudio, me gradué…si me gradué. ¡Ah! Pero aquí no para la historia. Quien
fuera mi profesora en el Colombo Americano me la encontré de casualidad y me
dice: “Nelson, te he estado buscando”. “Quiero que me reemplaces en mi catedra
en el Colombo” Como decimos en francés ‘mua? Si tú. Y allí llegué al Centro
Colombo Americano como profesor bilingüe.
Un día, lo que de Dios esta,
encontré en mi casillero de profesor una circular para dar a conocer a los
estudiantes. La ví, la leí y me dije, ‘este puesto es mío’. Yo no sabía que
compañía era esa, su sede, seriedad, etc. Aun así de inmediato me fui. Allí me
recibieron como el profesor bilingüe del Centro Colombo Americano y de
inmediato me invitaron a la sala de juntas para que llenara la solicitud de
trabajo. Un mes después estaba en Lima, Perú, recibiendo entrenamiento para mi
querida organización. Una Agencia internacional de las Naciones Unidas.
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